Saborea más...y traga menos

Si el mundo es una casa, nosotros no somos sus dueños, sino sus inquilinos. El número de días que vamos a disfrutar de ella puede ser un poco mas alto o un poco mas bajo, pero ese numero existe porque no es ilimitado.


Nacemos, se dispara el contador de días y el día de nuestro último suspiro se detiene en ese número con el que la vida nos empareja a cada uno. Si al final de nuestra vida pudiéramos hacer un balance de todos nuestros días y clasificarlos en el grupo de los que han valido la pena y los que no, sólo aquellos días que hemos conseguido saborear podrían formar parte del primer grupo.

La muerte es una palabra fea, pero no enemiga. Es nuestra amiga porque nos da todos los motivos no para desaprovechar nuestros días, sino para saborearlos, ya que nos recuerda que su disfrute es temporal, no permanente.

Hay que intentar conseguir acelerar menos para saborear más.
No tengas prisa por acelerar el placer, y préstale atención a fin de alargarlo. Si te sirviesen el mejor plato del mundo y lo comieses mientras te contaban un chiste, te perderías su sabor, ya que el disfrute requiere atención. Se consciente de esto, y dale la atención que se merece. 

Si lo que mas cuenta al final de tus días es cuántos de ellos han valido la pena, esfuérzate por aumentar deliberadamente el número de los que han valido la pena.

Toma tres helados de golpe y tendrás un dolor
Toma uno cada día y tendrás tres placeres.

Si comprases una entrada para hacer un tour de un bello, colorido y mágico parque a la salida del cual te esperase un abominable precipicio, ¿tendrías prisa por atravesarlo? Eso es la vida. Disfrútala.

Si a tu destino vas en barco, no te pierdas el mar

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